Wednesday, December 31, 2008

CASABLANCA, MARRUECOS


Supongo que Michael Curtiz en el momento de decidirse a dirigir este film desconocía la trascendencia que tendría la cinta con el paso del tiempo, hasta el punto de, para algunos, convertirse en la obra maestra por excelencia del séptimo arte. Sin menoscabo, permítanme que apopte mi habitual postura antimaniqueista, aunque reconozco que Casablanca sin embargo, incuestionablemente es una obra maestra, entre otras razones porque alcanza nuestro corazón desde cualesquiera que sea el prisma desde el que decidamos afrontar el visionado de la película: Para los románticos, no hay más lealtad a Zarra que meterse en la piel de Rick y para los idealistas, ¿acaso no provoca admiración la renuncia de un hombre a una mujer a cambio del bien universal? Casablanca no es tan simple como expongo, ni tan nimia como para valorarla en unas pocas lineas, su guión engloba lacras y virtudes del género humano, probablemente por ello nos marque irremisiblemente para siempre, porque de una u otra manera, interpolaremos el personaje de nuestra vida en el local de Bogart, como un músico, contrabandista, oficial alemán o el mismísmo Viktor Lazslo formando parte de un elenco coral de secundarios de lujo entre los que destaca en sobremanera Claude Rains, Paul Henreid o el inolvidable cameo de Peter Lorre. Es tarde ya, aunque no para aquel que no haya tenido la oportunidad o la intención de ver el film, no hay disculpa para no hacerlo.